14 Diciembre 2010, 10:42 AM
De lo ideal a lo posible
La Cámara de Diputados retornó ayer el proyecto de ley de Presupuesto a estudio de una comisión bicameral para que pondere la posibilidad de atender el reclamo de más recursos para la educación.
Es una excelente oportunidad para que un tema tan trascendente como el de la calidad de la enseñanza se convierta en punto de convergencia en vez de peña de discordia.
El Gobierno alega imposibilidad de cumplir con la ley que dispone el cuatro por ciento del PIB para la educación bajo el alegato de que la presión tributaria, que sitúa en un nueve por ciento, es muy baja. Los empresarios sostienen, sin embargo, que supera el 20 por ciento.
Un amplio abanico social y político cree posible asignar en la Ley de Gastos de 2011 casi 90 mil millones de pesos al sector educativo, como estipula la ley que data de 13 años y nunca ha sido aplicada.
Con algo de buena voluntad y sentido común, Gobierno y sociedad civil podrían arribar a un punto de equilibrio entre lo ideal y lo posible porque, si bien es cierto que es bajo el porcentaje a la educación para 2011 (1.98% del PIB) no se puede negar que, por las razones que fueren, también existen obstáculos reales. Aunque la realidad es que la enseñanza se ha tornado en un desafío impostergable.
El equipo económico oficial debería auscultar con mayor profundidad las diferentes partidas presupuestarias a los fines de identificar fuentes que sirvan de sustento a un sustancial incremento a la educación.
Los sectores que impulsan el mentado movimiento de las sombrillas amarillas están compelidos a aceptar que se incluya en el debate el tema de la calidad de la enseñanza, cuya bandera debería ser enhestada a la misma altura que el pedido de más recursos para la educación.
Es válido el clamor público para que el porcentaje del PIB a la educación se eleve a los niveles de países como Estados Unidos (5.7%), Canadá (4.3%), Francia (5.58%) y Finlandia (6.14%).
Pero también hay que exigir que República Dominicana pueda equipararse con Shangai, Corea del Sur, Finlandia, Hong Kong y Singapur, que ocupan los primeros lugares en calidad de enseñanza. Reclamos traen compromisos.
Es una excelente oportunidad para que un tema tan trascendente como el de la calidad de la enseñanza se convierta en punto de convergencia en vez de peña de discordia.
El Gobierno alega imposibilidad de cumplir con la ley que dispone el cuatro por ciento del PIB para la educación bajo el alegato de que la presión tributaria, que sitúa en un nueve por ciento, es muy baja. Los empresarios sostienen, sin embargo, que supera el 20 por ciento.
Un amplio abanico social y político cree posible asignar en la Ley de Gastos de 2011 casi 90 mil millones de pesos al sector educativo, como estipula la ley que data de 13 años y nunca ha sido aplicada.
Con algo de buena voluntad y sentido común, Gobierno y sociedad civil podrían arribar a un punto de equilibrio entre lo ideal y lo posible porque, si bien es cierto que es bajo el porcentaje a la educación para 2011 (1.98% del PIB) no se puede negar que, por las razones que fueren, también existen obstáculos reales. Aunque la realidad es que la enseñanza se ha tornado en un desafío impostergable.
El equipo económico oficial debería auscultar con mayor profundidad las diferentes partidas presupuestarias a los fines de identificar fuentes que sirvan de sustento a un sustancial incremento a la educación.
Los sectores que impulsan el mentado movimiento de las sombrillas amarillas están compelidos a aceptar que se incluya en el debate el tema de la calidad de la enseñanza, cuya bandera debería ser enhestada a la misma altura que el pedido de más recursos para la educación.
Es válido el clamor público para que el porcentaje del PIB a la educación se eleve a los niveles de países como Estados Unidos (5.7%), Canadá (4.3%), Francia (5.58%) y Finlandia (6.14%).
Pero también hay que exigir que República Dominicana pueda equipararse con Shangai, Corea del Sur, Finlandia, Hong Kong y Singapur, que ocupan los primeros lugares en calidad de enseñanza. Reclamos traen compromisos.
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